Entrevista en Roma a Patricia Linenberg
1. ¿Cómo descubriste el amor que sentías por la pintura?
Cuando tenía 16 años comencé pintura con Aracelli Vazquez Málaga, una excelente docente, que nos transmitió una formación académica. Asistí tres veces por semana tres horas con modelo vivo, durante 3 años. Fue una experiencia inolvidable que me marcó para siempre. Recuerdo el impacto y emoción, cuando sentí por primera vez, que el dibujo que estaba haciendo, cobraba vida. Ese instante fue inaugural de una pasión que a pesar que la dejé dormir muchos años, retornó con un ímpetu maravilloso.
2. ¿Por qué decidiste trabajar como psicoanalista? ¿Y Cómo conviven dentro de ti la psicoanalista y la pintora?
La psicología me interesó al principio solo como complemento “cultural” y humanístico de la pintura. Como en Buenos Aires en los 70 el psicoanálisis estaba en su apogeo, quedé fascinada por el interés científico y el alcance terapéutico de esa disciplina. Luego me casé y decidí postergar la pintura por la crianza de mis hijos y la formación de la psicología y el psicoanálisis. Hace 30 años que ejerzo la clínica y publiqué muchos trabajos en revistas y en Congresos. Ambas actividades son muy intensas, se retroalimentan fuertemente y tienen especificidades que me interesan mucho, pero últimamente no conviven muy bien ambas, porque la pintura va conquistando cada vez más el terreno de la otra.
3. Los instrumentos musicales son algunos de sus temas preferidos. ¿Por qué? ¿Qué papel juega la música en tu arte?
Yo crecí amada por mi padre violinista, que se reunía con sus amigos músicos de la Orquesta Sinfónica del Teatro Colón en casa, o íbamos a las casas de los músicos a que hicieran música de cámara. Mi padre había tenido una importante orquesta de Jazz del 1940 al 1950, con la que recorrió exitosamente toda Latinoamérica y lo hizo muy feliz. Estudié piano, guitarra y canto con Susana Naidich, Marga Grager y otras. Amo la música y no puedo pintar si no me acompaña siempre. Cuando mi padre falleció, hace 3 años, se me ocurrió hacer una muestra-homenaje para él y descubrí cuanto de música tengo en mi alma, y que la pintura es una vía misteriosa y privilegiada para expresarla. Escucho muchos tangos y especialmente la música de Astor Piazzolla a quien admiro profundamente, disfruto mucho del Jazz, la bossa nova y también algunos clásicos.
4. Tu padre era un violinista. ¿Cuánto es importante para un pintor la educación y la escucha de la música y de las palabras?
Mi padre era polaco y se formó en el Conservatorio Nacional como director de música y violinista. Fue un importante industrial textil para mantener a nuestra familia y poder darnos una rica educación a mis tres hermanos y a mí. Siento que esa educación marcó mi sensibilidad y mi pensamiento. Mis recuerdos y vivencias infantiles están recorridos por el sonido de su violín y seguramente la pasión por la música y el pensamiento reflexivo, tan cotidianos, conforman una manera de vivir en la que me siento viva.
5. En tus cuadros se mezclan figuras desenfocadas y detalles nítidos, como si fueran fotografías de objetos en movimiento. ¿Cuéntanos cómo desarrollaste esta técnica tan peculiar?
No sé como la desarrollé. Hay muchísimo de inconsciente en el quehacer artístico, muchos “accidentes” maravillosos. Sí me interesa el movimiento, es quizás porque pienso que el jugar, la flexibilidad y la imaginación son algunos ingredientes importantes para vivir. Me interesa la libertad de jugar con varios lenguajes al mismo tiempo, sobre todo recorrer el infinito mundo el color. Me interesa también la presencia del dibujo, lo geométrico, lo expresionista, lo abstracto, la neo-figuración etc. Me entusiasma lo sugerido más que lo contado porque permite al “otro” participar, crear junto con la obra.
6. ¿Cuánto de la Argentina hay en tu arte, Y cuál es la Argentina que quieres contar a los italianos?
Yo estoy enamorada de Buenos Aires y deseo encontrar formas de incluir la identidad nacional. Es una ciudad que bulle cultura, pintura, música, teatro, cine, ciencia, poesía etc. Es muy vital, creativa con muchísimos artistas talentosos. Me interesa en especial, encontrar lenguajes plásticos para hablar de los orgullos y vergüenzas argentinos, pero sobre todo poner especial énfasis en los orgullos de los que se habla mucho menos.
Los argentinos somos muy cálidos, afectuosos, muy amantes de la amistad, “de la charla y el cafecito” con los amigos a los que privilegiamos por encima del dinero o del tiempo invertido. Tenemos la cultura en un lugar muy preciado y pienso que allí radica uno de nuestros mejores recursos para levantarnos de tantas crisis.
No sé cuanto de Argentina hay en mi arte, porque pienso que uno se forma permanentemente mirando muchísimo arte, tanto arte argentino, como europeo, americano, oriental, etc. y las mezclas subjetivas que se producen son azarosas.
Adolecemos de muchas cosas los argentinos, cargamos con duras vergüenzas, heridas abiertas que no cicatrizan, demasiados golpes militares, políticos corruptos etc. Necesitamos crecer como ciudadanos cada vez más responsables.
Hago míos algunos bellísimos versos de la poetisa argentina que hace muy poco falleció, Eladia Blázquez, que en su tango “Buenos Aires, mi ciudad y mi gente”, dice: “Buenos Aires….para el alma mía no habrá geografía mejor que el paisaje, de tus calles, donde día a día me gasto los miedos, las suelas y el traje. No podría vivir con orgullo mirando otro cielo que no fuera el tuyo. Porque aquí me duele un tango y el calor de alguna mano y me cuesta tanto el mango que me gano…. Porque soy como vos, que se niega o se da. Te proclamo Buenos Aires, ¡¡Mi Ciudad!!”
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